Regresé a Bogotá una vez más en este dos mil siete, encontrando más verde que nunca las encrespadas montañas que la rodean, así como los camellones y los parques que tiene. El verde primaveral tenía las tonalidades de las famosas esmeraldas, esas piedras preciosas, que se extraen de las cercanías a la ciudad. El fulgurante verde era producto de un clima fresco, casi frío y bastante lluvioso. El sol fue escaso todos los días, porque daba paso a los constantes aguaceros y muchos nublados que prevalecieron durante mi visita. La estancia fue una buena ocasión para conocer más la cultura de este país sudamericano, especialmente la comida, ya que tuve la oportunidad de probar diferentes platillos culinarios, de escuchar su cadenciosa música y de convivir con sus moradores, a quienes llaman afectivamente rolos y rolas (bogotanos y bogotanas), Vine a dar dos conferencias en un evento organizado por el Grupo Difusión Científica, donde los temas fueron sobre estrategias para fomentar el uso de la información en los espacios de aprendizaje de las instituciones educativas, así como una sobre como adquirir material electrónico.
Además, facilite dos talleres cortos de ocho horas cada uno, con asistencia de Daniel Ramírez Avalos. Los cursos fueron organizados por BIBLORED, el sistema de bibliotecas públicas de Bogotá, que dirige como organismo privado COLSUBSIDIO, a través de Silvia Prada, quien fue mi anfitriona, y por lo tanto quien me invitó a dar estos cursos. Uno de éstos fue para personal de bibliotecas públicas, donde la mayoría de los participantes eran bibliotecarios profesionales del sistema BIBLORED, que agrupa el sistema de bibliotecas públicas de dicha ciudad, encabezados por la Virgilio Barco, donde se encuentra la coordinación del sistema. La formación universitaria en bibliotecología de los 30 participantes fue un hecho notable, ya que nunca había tenido un grupo de este nivel que laborara para este tipo de bibliotecas. Esta característica es un indicador positivo del desarrollo bibliotecológico que está viviendo Bogotá y Medellín, las dos ciudades colombianas de mayor importancia, donde la inversión en servicios de información esta en boga por parte de las municipalidades, amén también del largo trabajo que han hecho las cajas privadas de compensación, una especie de mutualidades para trabajadores, en materia de bibliotecas públicas.
El otro taller fue para personal de bibliotecas escolares, pertenecientes al departamento de educación de la municipalidad de la capital, donde la formación de los participantes era menor en promedio, pero aún así había cuatro bibliotecólogos, Igual que el curso anterior, éste también tuvo algo de único para mi, y fue el hecho de que nunca había facilitado un taller para personal de bibliotecas escolares en mi larga carrera profesional. Las unidades informativas de este tipo tienden a ser inexistentes en América Latina y la mayoría de las pocas que hay no tienen financiamiento. Al parecer, el auge de las bibliotecas públicas está generando que las escolares también crezcan. Entre los participantes, estuvo un funcionario de las autoridades educativas, Miguel Cárdenas, quien me dio un libro* que habían publicado sobre como implementar el tema de desarrollo de competencias informacionales, que incluía actividades prácticas para fomentar el uso cualitativo de la información en el aula, el primero que veo sobre este tema en los países latinoamericanos.
El tema de los dos talleres fue una introducción sobre el desarrollo de habilidades informativas, específicamente sobre como crear un programa institucional para usuarios, usando las Directrices de IFLA y UNESCO. La duración fue, como se mencionó, de ocho horas cada uno, tiempo en el cual se discutieron los conceptos más importantes sobre el tema y se realizaron cinco ejercicios, para que los alumnos crearan el bosquejo de un programa DHI.
Los tres días fueron de tiempo completo, sin embargo acepté visitar CERLALC, un organismo de UNESCO ubicado en una bella casa antigua, donde se desarrollan programas de fomento del libro y la lectura. La asesora del programa de bibliotecas es Mary Giraldo, una bibliotecaria que fue directora de la Biblioteca Nacional de Colombia por muchos años. Igualmente, visité la biblioteca de la Universidad de los Andes, un ente privado, el cual acaba de inaugurar un flamante y moderno edificio de 5,500 metros cuadrados para sus servicios bibliotecarios. El edificio es impactante por la calidad de sus materiales y el diseño de corte modernista, donde prevalece el color del acero, y el negro, aunque tiene acentos de madera que lo hacen cálido. Su presupuesto es excelente, por lo tanto tiene ricas colecciones, con suscripciones a un buen número de bases de datos. La directora, Angela María Mejía, con 20 años en la institución, maneja el sistema de bibliotecas con dedicación y disciplina, lo cual se nota en muchos detalles de la biblioteca.
Al otro día, el sábado, después de terminar con mis funciones con BIBLORED, lo dediqué, con Margarita Lisowska, directora de bibliotecas de la reconocida universidad privada de Rosario, a trabajar sobre el contenido de los cursos del “Certificado sobre el uso de nuevas tecnologías en bibliotecas académicas”, que ofrecerá la Organización Universitaria Interamericana (OUI), una asociación de universidades de todo el continente americano. Mi función en este certificado, que será el segundo del programa de educación continua RICBLU, es ser el coordinador académico. El primer certificado se terminó en el 2006 y ha tenido mucha aceptación en todo el continente latinoamericano.
La reunión anterior la concluimos ya en la tarde, así que regresé al hotel, para ser recogido por Silvia Prada, e ir al conocido restaurante-antro, Andrés Carne de Res, un lugar emblemático en la sociedad bogotana, que reúne en un amplio espacio, las características de una gran tienda de objetos usados, porque tiene una colección disimbola, pero con simetría, de objetos comunes de la vida diaria: ollas, sartenes, candiles, objetos religiosos, y maniquíes entre otra parafernalia; donde se sirve comida típica colombiana de gran calidad, en loza tipo campesina de décadas pasadas, como tazones de aluminio, bules, y mesas de madera rústica. El ambiente se vuelve frenético en la noche con la música de rumba, cumbia, ballenato y los demás ritmos tropicales, más la música del momento. Entre sus corredores casi no se puede caminar de tanta gente, lo cual se agrava con comparsas y personajes carnavalescos que deambulan por el sitio. ¡Esto fue toda una experiencia!
El domingo, que fue el último día de la estancia, y realmente el único de descanso, lo dediqué a conocer la Catedral de la Sal en un poblado de nombre Zipaquirá, con casas de techos de teja rojiza en un valle rodeado de montañas, cultivos y casas de campo. El paseo lo hice con la guía y transporte de Margarita Lisowska, quien nos esperó a que entráramos a una ex mina de sal, que fue adecuada para convertirla en una iglesia, donde los túneles sirven de naves, con las caídas de la crucifixión, para finalmente construir capillas y un altar de buena proporción, con sus bancas y detalles generales de un templo. Después de caminar tanto túnel me sentí bendecido aunque con un poco de claustrofobia. Este día el cielo colombiano de los alrededores de Bogotá dejaron descansar al sol hasta un poco después de medio día, así que la mañana fue luminosa y propia para pasear, pero al regreso el cielo se encapotó, convirtió el firmamento en una enorme cortina oscura que en minutos empezó un diluvio con granizo y grandes encharcamientos en las calles, lo cual hizo que cambiáramos de planes, en lugar de ir al centro a comer, nos quedamos cerca del hotel, porque la lluvia sencillamente lo impedía. Así, este último día, el baño natural de las praderas bogotanas se repetía, como en días anteriores, con lo cual podían mantener el verde esmeralda que caracteriza a Colombia.
Publicaciones recibidas
Fernández Ballesteros, C.A.; Et al. (2007). Diagnóstico del derecho de autor: en América Latina. Bogotá: UNESCO, CERLALC. 185p.
Isaza Mejía, B.H. y Sánchez Lozano, C. (2005). Guía para el diseño de planes nacionales de lectura. Bogotá: CERLALC, UNESCO, OEI. 114p.
La Biblioteca Escolar recurso educativo por excelencia. (2003). Bogotá: Fundalectura. 108p.
Programa Técnico 2007: Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe. (2007). Bogotá: CERLALC, UNESCO. 137p.