Montreal: Dos amaneceres

noviembre 22nd, 2007 by Jesus Lau

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He visto el romper del alba de dos días invernales en forma seguida, a través de los enormes ventanales de la moderna Terminal internacional del aeropuerto de Montreal, que se expanden de techo a piso, y de pared a pared, para dejar pasar la vista y palpar detalle a detalle lo que ocurre o no ocurre en las pistas.  No ha sido mi elección ver la puesta de la mortecina luz matinal de estas mañanas del invierno boreal canadiense, donde el sol frecuentemente hiberna para ceder el espacio a cielos pardecinos, cubiertos de nubosidad, que se deshacen en plumas de nieve, a veces paulatinamente, y a veces en cascadas de blancas partículas congeladas, transformando los espacios en níveos paisajes.  Para mi primer amanecer, me levanté a las tres de la mañana, hora de México, cuatro de acá, para tomar un rápido baño, cerrar las maletas, revisar que no dejara nada en el cuarto del hotel y tomar el taxi a temperaturas frías, muy frías, para cuando uno vive en el trópico.  Llegué a las cinco de la mañana a la aeropuerto antes de que el personal de Mexicana abriera los mostradores, algo que normalmente no hago, casi siempre llego con el tiempo justo, por no decir que tarde, así que fui uno de los primeros ocho pasajeros en documentar.  Crucé los puestos de seguridad, los cuales estaban casi desiertos.  Montreal_002

El conductor de uno de esos carritos que transportan a personas minusválidas por el aeropuerto, inclusive me ofreció que me subiera para llevarme a mi sala, quizá porque requería hacer algo a tan temprana hora, ya que normalmente el servicio es para personas limitadas físicamente.

Montreal_003Llegué rápido a mi sala, la penúltima de la terminal internacional, no había mucho que hacer, varios comercios aún estaban cerrados, y sólo quedaba mirar caer la nieve, que después de unos minutos se vuelve cotidanedad cuando no hay movimiento en la pista.  Después de unos minutos de mirar los sillones negros de la sala de espera, decidí acostarme un rato, me dije “descansaré un poco las piernas, el viaje es largo”.  Acomodé mis cosas a un lado, y me tiré en una de las hileras de los sillones en la extrema orilla de la sala, puse mi mochila de almohada y me cubrí con la gabardina.  Ajusté el despertador de mi celular, por si acaso me quedaba dormido, para que timbrara en media hora y  todavía eso me permitiría 45 minutos más para estar atento a la partida, y lo guardé en una de las bolsas delanteras del pantalón.  Mi plan era mirar el escenario de humanos matando el tiempo de la espera, pero como había dormido escasas cuatro horas, los minutos que iba a tener de contemplación de la gente o la nieve que caía tras la ventana, se esfumaron.  El sueño me venció, aunque por segundos escuchaba los altoparlantes y el monitor de televisión que tenía junto, casi arriba de la cabeza.  Según mi subconsciente estaba sólo medio dormido, escuchaba a ratos los ruidos y me quedé confiado al despertador o a que llamaran por el sonido, como no pasaba ni lo uno ni lo otro, sentí que ya debería ser hora del vuelo.  Me levanté tranquilamente, pero al voltear a mí alrededor ya no había nadie en la sala, aunque era un vuelo con pocos pasajeros.  Ya sólo estaban dos miembros del personal en el mostrador, así que intempestivamente me paré, tomé mis cosas y me acerqué a ellos, no llegaba aún cuando desde la distancia me dijeron ¡Ya se fue el vuelo, dónde estaba!,  “Lo voceamos, lo buscamos y no lo encontramos”.  Me quedé perplejo, todavía con el atarantamiento del sueño, y ya no me quedaba otra que aceptar el hecho y tratar de buscarle solución, a pesar de que no creo que me hayan buscado están en la misma sala sin paredes que la dividieran.  La jefa del mostrador asumió una actitud de apoyo, no supe si era por su personalidad positiva o bien porque tenía sentimiento de culpa, porque estando en la misma sala “no me habían localizado.”

Montreal_004En el mostrador comenzó el largo proceso de tratar de conseguir otro boleto, el que traía era uno de esos baratos (bueno ocho mil pesos, 800 dólares) que tenía todas las limitaciones, que son básicamente de usarse según lo programado o perderlo.  La señorita, de nombre Guadalupe, empezó a buscar alternativas y no había ya vuelos directos a México, así que buscó conexiones vía Estados Unidos.  Encontró algunos para regresar el mismo día, pero el más temprano de todos me llevaba a la Ciudad de México a las 22:40, con lo cual no podía llegar a Veracruz el mismo miércoles, porque no alcanzaba ninguna conexión, de cualquier manera no podía ponerme exigente.  Luego de encontrar los vuelos alternativos, vino la parte de la autorización, se pidió telefónicamente a los supervisores que dieran el visto bueno, pero al parecer no podían mandarme por otra aerolínea que no fuera Mexicana, en la cual si podían hacerme el favor de validar mi restringido boleto de avión.  Ante el fracaso, la señorita me acompañó a recoger mi maleta, la cual había sido bajada del avión, por ser pasajero “No Show” según su jerga, y cruzamos los puestos de inmigración y aduana.  Ya con la maleta, subí con mi acompañante a las oficinas de Mexicana, para hablar con su supervisora y ver en persona autorizaba mandarme por otra aerolínea, esperé algún rato, mientras hacían llamadas y revisaban el sistema en la computadora.  Después de larga espera, me reservaron en Mexicana, pero para el día siguiente, ya que sólo tienen un vuelo diario a esta ciudad.

Montreal_005No resignado aún, ya por mi cuenta, recorrí otras aerolíneas para ver si tenían algún vuelo que me permitiera llegar a Veracruz el mismo día, pero todas ofrecían recorridos con conexiones en EUA y arribos cerca de media noche, pero esto no era el reto principal, sino el precio, que sencillo que me salía casi más caro que el redondo que había comprado, todos andaban en los ocho mil pesos, a lo cual tenía que sumar la noche de hotel en el Distrito Federal, más el pago del tramo de vuelo al Puerto.  Así que después del peregrinar por todas las líneas que volaban a México, decidí que no tenía más alternativa que aceptar quedarme otro día en Montreal, me resultaba más económico y al final de cuentas, sólo ganaría unas cinco horas de arribo más temprano en el mejor de los caso.

Montreal_006Mi segundo amanecer, lo programé mejor, esta vez llegaría con dos horas de anticipación justo para hacer los trámites de documentación, sin tiempo libre para echarme alguna siesta.  El regreso fue tempranero, sólo tuve que levantarme a las cinco de la mañana, cuatro de México, tomé el taxi y cruzamos la ciudad que estaba blanca por la nieve que había caído toda la noche y que aún persistía.  El personal de Mexicana, el mismo del día anterior, me saludó con camaradería, ya realmente éramos amigos de ocasión, intercambiamos bromas y esta vez me aseguraron que no me dejarían.  Cruce el puesto de seguridad y para mi sorpresa uno de los guardias, una persona de color, me reconoció y me dijo “Usted paso por aquí ayer”, con un tono de duda.  Con sonrisa, le confirme “Efectivamente”.  La mañana anterior había cruzado por el mismo lugar, y por coincidencia me habían asignado el mismo lado de revisión, entre varios que había.  Me sorprendió que me recordara, ya que no me había regresado por ese lugar el día anterior, en fin, me quedé con las ganas de preguntarle porque porqué me recodaba, ya que no había sucedido nada anormal la vez anterior.  Lo felicité por tener memoria fotográfica, ya que recordar una cara entre cientos que se quitan el abrigo, el saco, el cinto, y vacían los bolsillos de todo objeto metálico y luego meten sus mochilas a la cámara de rayos X debe ser algo difícil.  Continué y llegué de nuevo a la sala de espera, con la seguridad del que conoce bien el terreno, me puse a trabajar con la computadora, esta vez no tenía tiempo para dormir, y aunque lo hubiera tenido no lo habría hecho, había llegado con el tiempo justo para esperar 45 minutos, tiempo suficiente para ver, una vez más, el paisaje invernal que se traslucía a través de los enormes vidrios que actuaban como paredes invisibles.

Montreal_007La noche había acumulado unos 10 centímetros de nieve en el avión de Mexicana, que generalmente duerme en Montreal, según las azafatas.  Nos subieron con cierto retraso, y luego, una vez arriba, nos avisaron que nos llevaría a una locación remota, para que deshielaran el avión,.  Llegamos a una orilla del aeropuerto, un patio donde todo tenía un color verde nilo, ese verde tierno tipo alimonado como distintivo.  Los vehículos, como especie de tractomotores de bomberos nos esperaban dos por cada lado del avión, más otro en el frente, parecía que estaban listos para el ataque.  Una vez que llegamos empezaron a transformarse los camiones, como en las películas, para sacar brazos y manos metálicas, para convertirse en una combinación de grúas con camiones que arreglan lámparas de los candiles de la calle y tubería de bomberos.  Adentro había conductores, también vistiendo chaleco verde, y arriba en las cabinas de los brazos metálicos otra persona, que manipulaba sensores, un foco con fuerte haz de luz y una trompa donde emitía chorros de líquido.  En uno de ellos, allá arriba en la cabina había una chica, que al precer le enseñaban los trucos del movimiento de los equipos.  Primero bañaron a presión el avión con un líquido anaranjado por ambos lados de la nave con todos camiones en forma simultánea.  Tal parecía que estábamos en un autolavado de coches, luego de dar varias pasadas con el líquido naranja a presión, le dieron un baño final con un agua verdosa, un lubricante, que según me dijeron se llama “Glycol”, para que no se le pegara la nieve al despegar.  Unos 30 minutos, más las esperas, terminaron y el avión despego, ya limpio de nieve pero con tono verdoso color alga.  El retraso del baño, de cerca de dos horas, hizo que llegáramos tarde, con lo cual perdí la conexión a Veracruz, ahora en lugar de llegar a casa a las 14:30, llegaré a las 18:00 horas.  Así que, como es frecuente, me dieron mi vale para comida, lo cual haré cuando termine el reporte, y luego mataré el tiempo restante leyendo y revisando documentos.

Montreal_008El día extra en Montreal, ese causado por el sueño, me afectó en mis planes de trabajo, aún así llegué al hotel y trabajé un buen rato, revisé todo mi buzón-e y preparé algunas gestiones documentales que tenía pendientes y me comunique con mis colegas en la oficina para diferentes cuestiones.  Cuando ya no pude seguir engañando el estómago, me salí a la calle, ya eran las tres PM.  Me cubrí con todos los trapos invernales que traía, camiseta manga larga, pantalón térmico abajo del normal, chamarra corta de piel, gabardina, guantes y bufanda, y me fui al centro de Montreal por el tren del metro, con la cámara lista para tomar unas fotos y buscar algo que comer.  Ya caminando, me di cuenta que la escasa luz solar no duraría mucho, así que postergué la comida para más tarde, dándole un tentempié al estómago de nuevo, para que no se impacientara y conservara normal el índice glicémico.  Recorrí las calles principales del Montreal antiguo y tomé fotografías, no la mencionada baja del día.  Pasé por algunas galerías y en una de ellas me compre una pintura para la colección de óleos, la segunda que adquiero en esta ciudad, otra la compré en un viaje anterior.  El precio estaba medio accesible y la obra era bonita en color y forma.  Continué el recorrido, cruzando frente al palacio municipal y otros sitios emblemáticos, como la catedral, y otros edificios antiguos llegué al pequeño barrio chino, donde me metí a un pequeño restaurante vietnamita y comí una sopa caliente y pollo en especies chinas, principalmente gengibre.  Tomé más fotos, pero salieron con cierta nubosidad, el sol había completamente a descansar, ya no había suficiente luz.

Montreal_009Todo este ajetreo de la visita a Montreal fue para atender una reunión del Instituto UNESCO de Estadísticas, que se encuentra alojado en la Universidad del mismo nombre de la ciudad, casi frente a la enorme iglesia de San José, una réplica de Sacre Cour de Paris.  Mi tarea, una conjunta con un colega australiano, que reside temporalmente en Escocia, fue para redactar un documento sobre indicadores de desarrollo de habilidades informativas a nivel internacional macro.  Como consecuencia de la reunión, comimos en diferentes sitios, el primer día en una fonda iraní, donde pedí un pollo con arroz Basmati.  Al día siguiente, en una cafetería canadiense, merendé berenjenas con queso Feta; la cena fue en uno tipo restaurante suizo, donde ordené un fondue de pollo, aunque no de queso, con estilo similar a la comida mongol, donde le ponen un estufilla de gas en la mesa, y un pozuelo/olla con caldo condimentado, hirviendo.  Luego, uno introduce los trozos de pollo o lo que haya pedido de carnes, para cocerlos  Al día posterior, comimos en un lugar de cocina francesa, donde la estrella culinaria fue una sopa de papa con “leek” y un filete de pescado en cama de pasta y verduras, para luego culminar el día, con cena en uno tipo italiano, donde pedí espagueti con pollo.  Esta serie de restaurantes de cocinas étnicas en Montreal es una muestra de lo cosmopolita que es la ciudad, donde ya todo tipo de restaurantes, grandes, y pequeños, de oriente u occidente, aunque todos caros, cuestan el doble de lo que uno pagaría en México.  En lo personal, para reducir costos nunca pedí bebidas especiales, sólo agua natural de la llave.

Bueno ya estoy en la Ciudad de México, ya he comido con el vale que me dieron de $110, sólo es para comida normal, y nada de bebidas alcohólicas, afortunadamente no las ingiero.  En un rato, regreso a mi pueblo, con la analogía de “no por mucho madrugar se llega más temprano”.  Pagué un costo por llegar tempraneramente el día anterior al aeropuerto de Montreal.  Igualmente, mi otra conclusión es que el cuerpo cobra su factura, ayer no logré despertarme hasta que había cumplido con la cuota mínima de descanso, seis horas.  Ahora le agradezco a mi pobre cuerpo ser obediente, lo traigo a ritmos que, a veces, no quiere andar, lo despierto cuando aún quiere seguir durmiendo.  En fin, afortunadamente se porta bien, espero que el desgaste le acorte el horizonte de la vida.  Por lo pronto, lo he llevado una vez más a la afrancesada Montreal, ha visto dos amaneceres invernales, y hemos cumplido con la misión que nos había fijado UNESCO.

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