Amsterdam: Bella, Coqueta, Tolerante

abril 27th, 2008 by Jesus Lau

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Amsterdam es un encanto, un embrujo a la vista; tiene una meticulosa arquitectura de casas y edificios con techos de dos aguas, fachadas trianguladas y acabados en ladrillo, que con su ubicación a lo largo de canales reciben un encanto especial, una perspectiva acuática.  Es una ciudad que además coquetea con todos los géneros, porque es tolerante a cualquier tendencia sexual, y es coqueta por sus múltiples devaneos a través de los negocios de la zona roja, famosa por sus vitrinas de las damas del galanteo y por los negocios que venden artilugios para la humana actividad del placer erótico.  El distrito de la luz roja, como se transcribe literalmente al español, es menor, vale la pena enfatizar, que los de otras urbes como las alemanas o norteamericanas, pero no le ganan en fama por su permisividad.  También es sutilmente perversa, con sus cafés donde se permite fumar marihuana, que aromatiza ampliamente las calles.  A pesar de todo es una ciudad segura, sin mayores problemas para caminar cuando cae el sol, y es culta por sus múltiples museos, entre ellos el gigante y famoso Rijksmuseum y el de Van Gogh, una galería reciente que es mi favorita después de leer la biografía de este atribulado y famoso pintor neerlandés.  Además, Ámsterdam es una ciudad de bibliotecas: actualmente está estrenando una ultra moderna, grande y bonita biblioteca pública central con vista al gran canal, que alberga una rica colección bibliográfica y excelentes servicios para la comunidad amsterdamesa.

Antes de continuar con la famosa Ámsterdam, le explicaré por qué tuve esta oportunidad de viajar.  Mi objetivo primario fue venir a La Haya a la reunión de primavera de la Junta de Gobierno de IFLA, en la cual, como ya les he platicado, represento a América Latina y El Caribe. Esta ciudad, la capital de Los Países Bajos, es señorial, pero menos dinámica que su contraparte ya mencionada.  El clima fue benigno, hubo sol, aunque con clima fresco que obligaba a traer saco.  La primavera era aún tierna, los árboles y los arbustos apenas empezaban a tener unos brotes verdes, ya que hasta hace unos días el clima era invernal.  Las reuniones fueron largas, eficientes y puntuales.  Cada día, al terminar, tuvimos una actividad social.  La primera fue una cena en Leiden, otra población de canales e iglesias protestantes.  Este pueblo vio nacer al prolífico Rembrandt, el famoso pintor de los clarososcuros, que fue rico en vida por su popularidad, a diferencia de Van Gogh, que vivió su vida en la extrema pobreza (sólo vendió un cuadro durante su existencia).  Sin embargo, un siglo después de su muerte, uno de sus cuadros es el segundo más valioso en el mundo, algo así como 76 millones de dólares.  Al salir de la estación de Leiden hay pendones con retratos de Rembrandt, que guían hacia su casa de nacimiento.

Viajamos en tren y caminamos al museo de la ciudad, donde había una exposición de libros antiguos, entre los que algunos databan desde la edad media, y en la parte central, las diversas publicaciones de una editorial de nombre Brill, que este año celebraba su 325 aniversario.  La exposición fue explicada por su curador, un profesor de la Universidad inglesa de Oxford.  Fue interesante e ilustrativo ver la evolución del libro desde la época en que se inventó la imprenta de caracteres removibles.  Otra tarde, al terminar la larga reunión del día, nos llevaron en autobús a la casa del embajador de Canadá, ya que el siguiente congreso de IFLA será en ese país.  La visita a esta impresionante residencia, una mansión rodeada de bosques en las afueras de La Haya, fue poco menos que encantadora.  Se llega por un camino asfaltado, con árboles y flores a la vera, en cuyo fondo se levanta el gran edificio de estilo art decó. En las inmediaciones de la casa se abrían los cuadros y recuadros de cesped de un jardín francés, con algunas esculturas, arbustos recortados cerca de una fuente, y alrededor de este conjunto, con un estilo más inglés, bosquecillos y pequeñas praderas cuidadas con esmero, aunque de aspecto natural, embellecidas con plantas de ornato..  Nos ofrecieron bebidas y bocadillos de diferentes tipos, y nos permitieron deambular por sus muchas salas y estancias, llenas de tapetes, pinturas y muebles señoriales.  Un funcionario nos contó que la casa había sido construida antes de la Segunda Guerra Mundial, y que su dueño —quien coleccionaba obras de Van Gogh— había muerto en Nueva York, en el exilio.  Al terminar el conflicto, el gobierno canadiense la compró para convertirla en la casa de su representante diplomático.  La magnitud de la propiedad parecía comparable a la del territorio canadiense.  Lo único que le faltaba a la casa eran buenos libros, al menos en sus salas, ya que la mayoría eran obras de ficción.

Al terminar el maratón de reuniones de la Junta de Gobierno de IFLA, tomé un tren para pasar un día en Bruselas y conocer la familia con la que vive mi hija Iris, quien pasa un año de intercambio en esta ciudad de los chocolates.  La familia anfitriona de Iris vive en una bella casa rodeada de árboles: una gema verde en pleno corazón de Bruselas.  Buena parte de la manzana pertenece a la familia; los abuelos tienen una casa que data de 1910, con alberca, cancha de tenis y un amplio jardín, en el centro de una manzana rodeada de casas y edificios.  Evidentemente, esto es un gran lujo para estar en la parte central de la ciudad.  Otra de las propiedades colindantes es de una tía abuela, también con veredas de árboles y espacios abiertos al cielo, por lo tanto, la zona parece ser el “Quartier de los Nobels”, apellido de la familia.  La residencia de los abuelos tiene una torre en el fondo del jardín, una especie de faro de ladrillo rojo con ventanillas y un techo almenado, el cual fue construido por el primer dueño de la propiedad, hace más de un siglo.  El objetivo de este último, quien era pintor era tener un mirador, en esta colina, la más alta de Bruselas, desde donde mirar el paisaje y pintarlo.  La calle lleva su nombre: Alphonse Asselbergs.  Creo que no llegó a ser parte de los museos mundiales, pero tiene una rua en su honor.

No pasee mucho en Bélgica, porque casi todo fue visitas y comidas con diferentes familias.  Después, me regresé a Ámsterdam con Iris, para pasar el fin de semana y caminar por las callejuelas de esta plana ciudad, donde disfrutamos de bellas vistas de canales bordeados de casas y del transitar de sus turistas, su gente y el rodar de bicicletas, el medio de transporte más común en la población.  Luego recorrimos los sitios culturales emblemáticos, dos de sus más importantes museos, y miramos lugares de tentación carnal, los cuales están incorporados al tejido urbano y la matriz de canales de la ciudad, lugar donde nadie se espanta, nadie se horroriza, y todo se tolera, todo es apertura y todo es respeto. Hay una perversidad civilizada y gentil, en cosas tan humanas como las relaciones sexuales, que todo humano normal practica o debe practicar.  Si la civilización existe, ésta se encuentra en Ámsterdam, que combina belleza, coqueteo y una suave perversidad que envuelve como la bruma a sus visitantes.