Vine a Puebla a facilitar un taller de liderazgo dentro del programa de la XIV del Consejo Nacional de Asuntos Bibliotecarios de Instituciones de Educación Superior, mejor conocido como CONPAB. Llegué de madrugada, después de la una de la mañana, procedente en autobús desde el aeropuerto del Distrito Federal. El viaje no lo sentí: dormí las dos horas y fracción, mientras el motor del moderno autobús rugía al cruzar la cordillera que separa estas dos urbes.
El evento fue en un hotel que ocupa el ex-convento de las dominicas, una enorme y vetusta construcción iniciada en 1635, para esta orden de religiosas, donde sólo se admitían españolas y criollas respaldadas por una fuerte dote. Las habitaciones variaban en comodidad de acuerdo a las finanzas de la familia de la enclaustrada, de las que había esposas que nunca fueron, viudas, jóvenes que renunciaron a la vida civil o a las que hicieron renunciar para adoptar los votos religiosos. El lugar tiene enormes patios decorados con muebles en estilos de la época colonial, pasillos a lo largo de las habitaciones, con arcos de pilares de cantera. La construcción se eleva tres pisos entre pasillos, que se doblan y desdoblan como pasajes confusos para quienes no habitaban en ellos. Las celdas, las había grandes y pequeñas, con ventanas y sin ventanas. Deambular por el edificio era como respirar siglos de vigilia y rezo de sus moradoras; las últimas fueron expulsadas por Juárez durante la reforma, pero aquí vivieron su silenciosa existencia varias generaciones de damas de la sociedad poblana.
El curso fue en una ex-capilla de alta nave en estructura tipo romana, con ventanales largos, lugar donde se deben haber confesado y absuelto pecados que originaron muchas de las leyendas que los empleados del hotel comparten con los huéspedes. Monjas que tuvieron hijos, que fueron encerradas por esposos, por padres que no aprobaban el novio o el embarazo temprano de la hija. Junto al convento se levanta un gran templo, que seguramente fue parte integral de este conjunto religioso.
Los participantes del curso fueron directivos, la mayoría de altas responsabilidades en los sistemas bibliotecarios de las universidades e instituciones públicas del país. Después de esta actividad, en los dos días siguientes se realizó la reunión de los miembros del CONPAB, entre cuyos asuntos eligieron a la nueva vice-presidenta, Micaela Chávez, de El Colegio de México, quien será la presidenta electa para el bienio 2010-2011, sucediendo a Alfredo Avendaño, anfitrión de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, quien inicia su período en esta mencionada reunión. Las riendas del CONPAB fueron entregadas por Evangelina Serrano, de la Universidad de Colima, quien concluyó su presidencia con el apoyo de la tesorera saliente María de la Luz Rico, de la Universidad Juárez del Estado de Durango. El evento fue rico en historia, arquitectura y leyendas, pero sobre todo por la gran hospitalidad de la BUAP y de la hermosa neo-clásica ciudad de Puebla.