El tablero marca la una de la tarde y 9,215 kilómetros por recorrer, una gran distancia, que se transitará bordeando las orillas de las zonas continentales de Europa y América. Iniciamos, saliendo del aeropuerto Schipol, hacia las aguas gélidas del Mar del Norte, para alzarnos hasta los 10,000 metros sobre la tierra, y cruzar la parte media de la Gran Bretaña, e Irlanda, y continuamos volando por debajo de Islandia y Groenlandia. Todo este trayecto está nublado, sólo se miran, hacia abajo, desde la ventana del avión, mares de nubes, como desiertos blancos, a veces llenos de montículos níveos y grandes praderas blancas. Al pasar sobre Canadá, el cielo esta claro y se mira el plano terrestre, pero en esta parte septentrional, todo estaba también blanco, cubierto de nieve, ya no son nubes, sino el resultado de una fuerte nevada, quizá de días anteriores. Transcurrió mucho tiempo y el espectáculo era el mismo, para luego ver bosques blancuzcos, que cambiaron de tono por uno entre verde y blanco. Al sobrevolar ya dentro de EUA, cambió el clima, ya no había nieve, el cielo continuaba despejado, era transparente, con sol, y se miraba todo: los ríos, lagunas y enormes parcelas de tierra cuadriculada, tipo ajedrez. El tablero marca que afuera está a casi 40 grados bajo cero, y por las ventanas se miran las pequeñas hojuelas de nieve, esas pequeñas estrellas de filamentos, que se forman entre las dos cubiertas de plástico y vidrio de las ventanas del avión. Continuamos por el gran sur de Estados Unidos, para luego entrar a México, cuando ya rondábamos las 10 horas de vuelo.
Esta es la experiencia del regreso de otro viaje a Holanda, para atender la reunión de invierno de la Junta de Gobierno de IFLA, que se realiza en su sede de La alcanzando un acumulado de 24 horas sin ir a la cama (bueno, dormí por intervalos alrededor de tres horas en el avión), de modo que caí rendido, el domingo desperté hasta las 10:00 de la mañana, es decir estuve dormido por espacio de trece horas. Posteriormente me fui a Ámsterdam, Haya, donde el clima estuvo invernal.
Llegué el sábado por la tarde, para aclimatarme por lo menos un día al cambio de horario, me aguanté y me dormí hasta las 9:00 de la noche, alcanzando un acumulado de 24 horas sin ir a la cama (bueno, dormí sentado por intervalos de alrededor de tres horas en el avión), de modo que caí rendido. El domingo desperté hasta las 10:00 de la mañana, es decir estuve en cama por espacio de trece horas. Posteriormente me fui a Ámsterdam, ese día nevó en la mañana, después se convirtió en agua nieve, y más tarde en llovizna. Aún así, caminé con paraguas y entrapajado por las calles y canales de esta pintoresca ciudad. Las fotos no salían bien, eran grises por la falta de sol. Visité la casa museo de Rembrandt, el gran pintor flamenco que en vida fuera rico y potentado, sin embargo al morir terminó en la bancarrota por su dispendioso estilo de vida, según cuentan sus biógrafos. En la vivienda se muestra todo ambientado en el siglo en que vivió, así como su atelier, donde hay pinturas y objetos que utilizaba para las clases plásticas que impartía.
El lunes, martes y miércoles fueron ya de trabajo en la Haya, con largas reuniones. El primero y el último día tuvimos reuniones desde las 8:30 hasta cerca de las 18:00 horas, al final de la jornada ya no hallaba como sentarme, a pesar de que las reuniones eran ejecutivas, es decir se discute poco, sin embargo la agenda tenía una larga lista de asuntos. Esta vez la reunión fue en un sótano ubicado dos pisos abajo de la Biblioteca Nacional de los Países Bajos, sin vista a la calle, lo cual hizo más cansado el tiempo. En años anteriores, las juntas fueron en una sala con vista a la central de ferrocarril que se encuentra adyacente a la biblioteca, así que el ir y venir de los trenes al menos le daba vida a las juntas. El martes en la tarde, nos dieron un recorrido por la magnífica biblioteca mencionada, cuyo nombre es Royal Library, la cual tiene un edificio enorme, blanco, de metal y cristal, pero cuyo interior por sus colores, la alfombra y los muebles de madera transmite calidez. Nos llevaron, entre otros lugares, al área de exposiciones, donde tienen los libros más caros y antiguos resguardados en cajas de cristal a prueba de balas, y con temperatura, humedad y luz controladas; además de una pequeña pantalla dactilar de computadora con información junto a cada pieza bibliográfica.
Al terminar la reunión el miércoles, me fui al día siguiente a Rótterdam, el mayor puerto de Europa y segundo en el mundo, tras haber sido destronado por el puerto de Singapur. Llegué al medio día, y caía agua nieve, así que me puse toda la ropa caliente que tenía y me salí a caminar. Hice un recorrido turístico a pie por la ciudad, para ver su arquitectura, esa de grandes rascacielos, que tienen formas y fachadas de osada figura. El puente Erasmus es quizá la estructura más emblemática, construido de un solo tiro de acero, colgado de cables tirantes desde uno de los extremos, con forma minimalista y moderna. Otro edificio, similar al George Pompidou de Paris, es la Biblioteca Municipal, con acentos amarillos y tubería desnuda, rodeada de unas casas con fachadas que parecen estar invertidas o inclinadas por la forma de sus ventanas, además de otro edificio con ventanas curiosas, como panal de abejas, todo el conjunto se vuelve visualmente anárquico en formas y colores, dando una perspectiva arquitectónica, digna de fotografiarse. Al caer la noche, estaba cansado de caminar, así que entré a comer algo en un pequeño restaurante de comida oriental, tipo tailandés, ya que no había comido apropiadamente durante el día, sólo emparedados hechos en mi cuarto, para ahorrar, ya que los precios de alimentos están por las nubes debido al tipo de cambio del euro.
Las ciudades de Holanda, y Rótterdam no es la excepción, están llenas de gente en bicicleta, por alguna razón casi no hay motocicletas, quizá por el ruido o el consumo de gasolina, o tal vez están prohibidas. Las poblaciones y el país en general se pueden recorrer en monociclos, lo cual hace a la nación un crucigrama de veredas bien pavimentadas, separadas o junto a carreteras y caminos peatonales. La población es en general esbelta, quizá porque todos andan en bicicleta, inclusive los ejecutivos con traje y corbata o las damas con falda o pantalón pedalean de su casa al trabajo. Otra ventaja, de este diminuto y plano país, es su excelente sistema de transporte público, tanto en tren, como en trolebús, y autobuses, los cuales cuentan con un sistema de cobro único para todo el territorio, uno compra una tira con rayas; la cual se va doblando, para marcarla en relojes checadores a la entrada de los andenes o en los propios vehículos.
Ya debo terminar el relato, entramos a México por Poza Rica, Veracruz. En unos minutos más estaremos sobrevolando el altiplano y luego la enorme capital del país. Les comento, antes de que se me pase, que tuve un regreso largo pero cómodo, me tocó una hilera de tres asientos libres, todo gracias a que pedí un ascenso a clase Premier, pero como no había, la dama que me atendió, me otorgó esa hilera de asientos, así que me acosté y logré dormir alrededor de dos horas, algo muy diferente a la ida, cuando el vuelo fue de noche y se me hizo eterno, debido a que dormí poco y el hecho de estar sentado todo el tiempo hizo que la columna protestara. Regreso contento, y relajado, ahora dormiré esta noche en un hotel de la capital azteca, mañana tengo una junta de AMBAC, y a medianoche continúo mi peregrinar, en viaje relámpago hacia Brasil, para dar una conferencia magistral en un congreso en su capital: Brasilia. ¡Hasta pronto!