La Haya – Sin maleta

abril 22nd, 2009 by Jesus Lau

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Vine a la reunión de primavera de la Junta de Gobierno de IFLA, la cual quizá sea la última, ya que si no gano las elecciones para la presidencia de esta Federación Internacional, sólo me quedaría una reunión y esa será en Milán, donde se realiza el congreso de este año y donde se efectúa el cambio de estafeta. Nunca ha habido un presidente hispano-parlante, así que sería un honor tener este puesto, el cual decidirán los miembros en estas semanas, en que se realiza la votación directa. La primera prueba fue la nominación, donde recibí 63 nominaciones de los países de Latinoamérica, España, Estados Unidos, Francia, países nórdicos y algunos de Europa oriental, África y Asia. Este viaje ha sido de experiencias extras, siempre algo diferentes a las anteriores, las cuales les narro en los párrafos siguientes.

Frecuencia hace cantidad. Mientras más vuelos y conexiones se tienen en los viajes, mayores son las posibilidades de enfrentar retos de retraso de vuelos, falta de entrega de maletas y la realización de trámites de la burocracia en aerolíneas y los aeropuertos. Mi último incidente, el cual considero “normal” fue en el viaje a la triada de La Haya, Holanda; Budapest, Hungría; y Kosice, Eslovaquia; más otro relacionado con Venezuela. La razón principal del incidente, relacionado con mis maletas, fue la visita del presidente Barack Obama, quien por cierto me dio gusto que visitara México e iniciará una etapa nueva en las relaciones con México. El presidente de nuestro país vecino se cruzó en mi camino dos veces, el jueves, 16 de abril, el vuelo de conexión Caracas – México – Veracruz fue retrasado una hora debido a que las autoridades del aeropuerto de la Ciudad de México lo cerraron, para el arribo de su avión Hércules en que viajaba nuestro distinguido visitante, más su entourage. El efecto para mí fue la espera de una hora, que no estuvo tan mal, y que las dos maletas documentadas no llegaron conmigo a Veracruz, eso no fue tampoco gran problema, ya que regresaba a casa, donde tengo generalmente duplicado de mis cosas. Al día siguiente, el presidente Obama partió de México a Trinidad y Tobago, día en que yo también tenía que viajar, a Ámsterdam. Nuevamente, el aeropuerto de la capital fue cerrado, esta vez por dos horas, así que mi vuelo inicial de Veracruz lo retrasaron el mismo tiempo, quedándome cuarenta minutos para conectar de la terminal dos a la uno, justo el tiempo para correr y tomar el tren de una punta a otra. Llegué con la respiración entrecortada justo a tiempo para abordar el avión, al llegar el personal me recibió con voz alta: Lau?, “Si”, “¡Córrale porque es el último pasajero!” Antes de continuar, les informé que tenía una maleta documentada, pero me afirmaron que estaba en el avión. Ya arriba, me senté cómodamente, pero con el pendiente de que la maleta posiblemente no hubiera alcanzado a ser subida al avión de KLM por el personal de Aeroméxico.

La maleta viajera. Llegué, con la somnolencia de pasar una noche en el vuelo a Ámsterdam, buscando el equipaje al día siguiente, sábado, y tal como lo había temido, la maleta no llegó, me fui al mostrador de KLM a llenar la forma para que la rastrearan y me la enviaran al hotel. Una tarea que me sé de memoria, porque, como les platiqué dos días antes había hecho lo mismo al regresar de Caracas. La respuesta que tuve fue que se había quedado en la Ciudad de México y que la enviarían esa misma tarde en un vuelo de Air France vía Paris, ya que KLM, tiene un solo vuelo, y al día siguiente me la entregarían en el hotel de La Haya. Me dieron el maletincito de consolación, con las cuestiones básicas de baño que duran para dos días, ya que los recipientes son del tamaño de las muestras de cosméticos que dan las empresas cuando promueven sus productos. También incluyeron una camiseta blanca extra larga, me imagino que para usarse como pijama. Como la promesa de entrega era de un día, no compré nada de ropa o requerimientos de baño, pasó el primer día, domingo, ya era casi noche y no llegaba la maleta. Revisé el reporte de equipaje retrasado en la página Web y estaba exactamente igual que cuando levanté la queja. Llamé por teléfono, lo cual me costó unos euros y me dijeron que no tenían respuesta del aeropuerto de Paris. Al día siguiente, lunes, tenía mi primera reunión del Consejo Profesional de IFLA, cuya asistencia era opcional. Me acosté con el dilema de ir o no ir, ya que la ropa que traía era completamente ropa informal, con los acentos de deslavado que se usan ahora. Decidí no ir, y disculparme, y ponerme a trabajar en el hotel, hasta las tres de la tarde, si para esa hora no llegaba la dichosa maleta, me iría a comprar unos trapos decentes, que sirvieran de atuendo de oficina. Llegó la hora, llamé a KLM en Ámsterdam y todavía no había respuesta sobre la posible localización o entrega, pero me dijeron que como tenía ya tres días sin equipaje, me darían 100 euros sin mayor trámite, cualquier cantidad que pasara de esta cifra tendría que ser solicitada a Relaciones Públicas de la compañía.

Compras sin planear. Suspendí el trabajo en el cuarto de hotel y me fui de compras, para buscar un par de zapatos, unos calcetines, un juego de ropa interior, camisa, cinto, traje, corbata, y algunas cosas para baño, como rastrillo de rasurar, porque el que me dieron parecía que no tenía filo. Logré comprar casi todo en tiempo récord, ya que las tiendas las cierran a las 18:00 horas. El pantalón del traje me quedaba largo, así que tuve que buscar un sastre, algo que es raro encontrar en este mundo desarrollado. Afortunadamente, lo encontré, y levantó la bastilla fuera de horario oficial, pero me cargó 12 euros, el equivalente de $240 pesos por el trabajo. No tenía otra alternativa, que pagar, ya que no tenía aguja, hilo del color del pantalón, ni tijeras, y si quería comprarlas, ya todo estaba cerrado y requería, ahora sí, en forma obligatoria, tener todo listo para el día siguiente, cuando tenía las reuniones obligatorias de mi función en la Junta de Gobierno de IFLA. En total me gasté unos 350 euros, como 14 mil pesos, a pesar de que busqué ofertas y algo estándar, nada de marcas exclusivas. Los ahorros, no siempre me funcionaron, por ejemplo compré un corta uñas y unas tijeras chicas, las más baratas de tres euros (60 pesos) y cuando llegué al hotel, el corta uñas no tenía suficiente fuerza para cortar y las tijeras se doblaron en el primer intento de cortar un pedazo de tela, las tuve que tirar y quedarme con las uñas largas durante todo el viaje. Igual me sucedió con un enchufe, compré el más económico, de cinco euros (100 pesos), pero estuvo generando corto circuito, chispeaba, así tuve que ir a comprar uno mejor de 200 pesos.

Una vuelta dominical. Aún sin trapos para cambiarme, el sábado que llegué me fui a caminar un rato por La Haya y comprar algo para comer. Me regresé a la habitación y me puse a revisar correos-e, pero el sueño me empezó a dominar. El vuelo nocturno había sido de desvelo, sumando los tiempos que dormité, quizá había acumulado cuatro horas. Me recosté y puse la alarma para despertarme en una hora, la cual sonó, pero hice caso omiso, me dormí como tres horas, despertando a las nueve de la noche, así me volví a salir a caminar, para cansarme físicamente y poder conciliar el sueño, algo que hice pero hasta las tres de la mañana. Al día siguiente, me levanté tarde, trabajé un rato y luego me fui a comer a Harlem, una ciudad histórica, también de canales y plazas medievales, el recorrido, que duró como 40 minutos, lo hice en tren. Caminé como dos horas por el centro, comí y luego tomé el tren a Ámsterdam, distante a unos 20 minutos, donde la meta era cenar en esta cosmopolita ciudad. Me regresé a las 10 de la noche, y comencé a prepararme para la junta del domingo, donde ya mentalmente debatía si iba o no, por la falta de ropa adecuada, especialmente, si era el candidato a la presidencia de IFLA.

Final que el presidente Obama desconoce. La estancia en la Holanda la culminé el miércoles, cuando al terminar la junta a las 17;20 horas, tomé el tren a Schipol, donde está el aeropuerto holandés, uno de los tres más grandes de Europa, para volar a Budapest, así dejaba atrás la experiencia de estar en juntas, pero sin suficiente ropa y cosas normales que requiere uno, como regalos que llevaba. La maleta fue encontrada, hasta el sábado siguiente, justo un día antes de mi regreso programado y la habían regresado al aeropuerto de Veracruz. Con esta experiencia confirmaba que al aumentar uno sus viajes, también se incrementan las experiencias y frustraciones de salir de casa, las cuales acepto porque son parte inherente de trasladarse de un lugar a otro. Aunque el presidente Obama no sabe, ni se imagina, pero estos dos retrasos de maletas y vivir más de 10 días sin casi nada, son mi contribución anónima para las relaciones diplomáticas con nuestro vecino.