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Maracaibo es la capital del Estado del Zulia, Venezuela, donde se encuentra el principal motor económico de este país. La ciudad, con una población de dos millones de habitantes, se levanta junto al enorme lago del mismo nombre, el mayor en toda Sudamérica. Ver esa enorme masa de agua, que desciende desde los picos nevados de la cordillera de Los andes, desde el paseo Vereda del Lago, una especie de malecón peatonal, da la impresión de estar frente al mar, aunque sin el oleaje. El clima es húmedo y generalmente caliente todo el año. El lago descansa sobre uno de los mayores depósitos de petróleo del mundo, que ha hecho de Venezuela el segundo productor mundial, sólo por debajo de Arabia Saudita. Los atractivos principales de Maracaibo son la música gaita, tocada por un conjunto de percusiones, donde los tambores son los principales instrumentos; así como la basílica dedicada a la Virgen del Rosario de Chinquinquirá, la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá, la cual tiene la mayor festividad del año, justo previo a las fiestas decembrinas (el 18 de noviembre), lo que hace que los marabinos tengan la más larga festividad de fin de año en esta nación. La ciudad tiene pocas construcciones de su pasado arquitectónico, sólo hay algunas, que se distinguen por la esbeltez y el colorido de sus fachadas en la calle Carabobo, el resto es de construcciones estándar de una ciudad contemporánea latinoamericana.
Llegué a Venezuela en vuelo nocturno, vía Caracas, para luego volar a Maracaibo el viernes de semana santa, así que las ciudades tenían poco movimiento. Ese mismo día, me fui a dar una vuelta por Barquisimeto, una ciudad del estado vecino de Lara, donde las cabras parecen ser el platillo principal. En la orilla de la carretera antes de llegar hay puestos de palo y techo improvisado con chivos pelados, sin piel, colgando de las improvisados tejabanes. La escena de estos animales desnudos es impactante, porque junto a ellos hay cabras vivas amarradas del mismo horcón, algunos hasta son tiernos chivitos, que esperan, me imagino, un cliente que los escoja y tengan el final de sus acompañantes que se les adelantaron en este proceso de la cadena alimenticia, donde el ser humano es el ganador, el depredador. En forma similar, se vende queso de cabra; artesanías, que son principalmente figuras de barro, hamacas muy bien elaboradas e instrumentos de hojalata para hacer las arepas, unas tortillas gordas de masa de maíz, que son el cereal principal de la comida venezolana. Las arepas, como son gruesas, requieren de comal, para el primer cocido y de anafre para darles el toque final para que queden completamente cocidas, pero sin tostarse. Éstas se rellenan de todo tipo de guisos y varios tipos de queso fresco blanco.
Me regresé de Barquisimeto a Maracaibo, y a lo largo del camino me tomé dos bebidas de malta, una rica bebida fermentada sin alcohol, así mismo me comí un par de arepas, rellenas abundantemente de pollo. El recorrido fue interesante, ya que la carretera de unos seis carriles, sin camellón, no tenía a lo largo del camino, señalamientos de kilometraje, pero tenía más de 100 topes (reductores de velocidad) en un trayecto de cuatro horas, según los contó el chofer que me llevó. El paisaje fue verde, a pesar de que era temporada de otoño.
El objetivo del viaje a Maracaibo fue facilitar un taller genérico sobre desarrollo de habilidades informativas en La Universidad del Zulia (LUZ), invitado por el recientemente creado Centro de Investigación de Nuevas Tecnologías y Sociedad del Conocimiento, que dirige el activo Dr. Johann Pirela, que anteriormente estaba a cargo de la escuela de bibliotecología, una de las dos que hay en todo Venezuela. LUZ tiene una enorme ciudad universitaria, su campus tiene amplios espacios para futuro crecimiento. La biblioteca central sólo tiene terminada una de las naves, y el resto está en construcción desde hace, según me comentaron, más de una década. El edificio de rectoría es una alta e imponente torre pintada con los colores nacionales que se ubica a la entrada del campus. Otro de los edificios sobresalientes es el Museo de Arte Contemporáneo, mayor que el de Caracas, el cual pude visitar en forma rápida y ver algunas muestras del arte zuliano y venezolano en general, de muy buena calidad. Entre los trámites que tuve que hacer para cobrar un cheque, tuve la anecdótica experiencia de darme cuenta que el banco me pidió que pusiera una huella digital, y que posara para una cámara, no sin antes solicitarme que me quitara los lentes para la foto. El trámite es como el de migración de Estados Unidos, donde hay que identificarse plenamente.
Venezuela vive cambios fuertes, justo durante mi visita, las universidades públicas, generalmente opositoras al gobierno actual, recibieron una reducción del 40% del presupuesto operativo, el cual excluye afortunadamente sueldos, pero que hizo que las autoridades determinaran reducir muchos rubros de gastos, entre ellos, al parecer el de Internet, lo cual puede afectar fuertemente sus procesos de aprendizajes y comunicación tanto interna como con el exterior. Otro giro afectado será el de bibliotecas, según comentaron algunos, ya que casi habrá que suspender todo tipo de adquisiciones, para sólo sufragar los más básicos de operación. Simultáneamente, al parecer se están creado 18 universidades por el gobierno federal, con programas más cortos, entre ellos médicos sociales, que se forman, creo, en dos años. La medida de los recortes está siendo acompañada de un aumento del IVA, que ahora será del 12%, aunque menor que el que pagamos en México, y la reducción al 50% de la cantidad que pueden gastar los venezolanos en el extranjero para quedar en 2,500 dólares, el cual tiene dos tipos de cambio, el oficial y el paralelo que paga más del doble. La gasolina sigue siendo casi gratuita, con menos de dos dólares al cambio extraoficial, se puede llenar un tanque de gasolina de una camioneta.
La visita a Maracaibo me dio una rica experiencia educativa, los participantes del curso fueron personas motivadas y activas; y los anfitriones de LUZ fueron excelentes profesionales. Aún cuando la visita fue corta, pude disfrutar de la cultura venezolana: su cocina, su música y su gente en esta región de la República Bolivariana que no había visitado antes. Me quedé con ganas de visitar los pintorescos pueblos que tienen sus casas flotantes “los palafitos” en el lago de Maracaibo, que le dieron el nombre a Venezuela, cuando Américo Vespucio las miró y las relacionó con Venecia, ya habrá tiempo y oportunidad de volver.