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Asia es una región del mundo de la que me siento parte, es aquí donde, en varios países, me confunden con sus coterráneos. Mis características orientales, especialmente las de los ojos y lo que queda del cuerpo delgado hacen que los japoneses piensen que soy uno de ellos, o que los chinos hagan lo mismo. En esta visita a Japón y Tailandia tuve las experiencias de que varias personas me hablaran primero en japonés o en tailandés, cambiando al inglés cuando respondía en ese idioma. Algunos insistían en hablar en su idioma, pensando que no lo hablaba pero lo entendía. Igualmente, algo también frecuente es que les diga que soy de México, y me contesten: Pero pareces de aquí o de tal país de este continente, incluyendo Corea, Taiwán, y hasta Vietnam. Mi cara ciertamente tiene también características mexicanas, como es mi nariz, pero como este gran continente tiene tantas facciones, es difícil identificar mi mestizaje. La primera vez que vine a este continente, llegué a Hong Kong y al pasar por inmigración, el oficial me exigía en cantonés que sacara mi pasaporte local, yo no entendía lo que decía, pero comprendía lo que deseaba, y le respondía en inglés que era mexicano. El oficial, sin dejar de hablar chino, seguía exigiéndome dicho documento, hasta que la persona que estaba atrás de mi me ayudó a explicarle que no era hongkonés.
Hotel. En la semana completa que estuve en Bangkok, disfruté la cortesía y la actitud de servicio de los tailandeses, que parece ser la norma para la mayor parte de Asia oriental. Llegué al aeropuerto ultramoderno de esta capital, que apenas tiene tres o cuatro años, encontrándome con los cambios positivos que ha tenido desde la última vez que la visité en la última década. La autopista elevada que une al aeropuerto con la ciudad, se recorre rápidamente a pesar de los casi 40 kilómetros que la separan del centro. La decoración del aeródromo tiene motivos de la cultura tailandesa, hay orquídeas en algunas áreas, detalles de su religión budista y de la familia real. Llegué casi a media noche al lujoso hotel Plaza Athenee de Le Meridien, que UNESCO había reservado. Dejé las maletas y a esa hora me salí a caminar y a buscar algo de cenar a un área comercial popular, llamada Nana, distante unas seis cuadras, regresé como a la una y media de la mañana. Caminé y cené sin problemas porque Bangkok es seguro dentro de lo que cabe la palabra, no tuve, ni miré ningún incidente, a pesar de lo grande que es, tiene más de 8 millones de habitantes, ya que la mitad del país vive aquí.
Estilo urbano mixto. Los tres días siguientes los tomé de descanso, que correspondían a los días de muertos que en la universidad no se laboran. El primero, me fui a caminar por la parte centro, a mirar sus zonas y centros comerciales. La ciudad es una mezcla única de combinación del primer mundo con el de una economía emergente. Tiene muchos modernos rascacielos, casi uno tras otro en la zona central que es grande, a cuyos lados hay puestos de comida ambulante, y vendimia de todo tipo de productos. Frecuentemente, hay entrada a lujosos edificios de oficinas o departamentos, que tienen en sus banquetas muchos vendedores de la calle. El metro es otro ejemplo, es elevado, se introdujo hace pocos años y pasa frente a los rascacielos en una combinación de pesadas y austeras columnas de concreto, que se elevan frente a la belleza de los edificios. La ciudad tiene fuertes problemas de tráfico, pero ahora al menos tiene la alternativa del llamado Skytrain, que es rápido y moderno, con una desventaja, para tomarlo o descender, hay que subir escaleras equivalentes como a cuatro pisos, ya que no tiene escaleras eléctricas por las que pueda uno subir totalmente a las estaciones, al menos las que yo recorrí.
Gran palacio. El segundo día trabajé en la mañana en asuntos de la oficina y en pendientes académicos, así que salí a turistear después de mediodía. Tomé un taxi y me fui a recorrer el Gran Palacio y el Templo Wat Pho. La experiencia de ver de nuevo el conjunto de la otrora residencia oficial de la familia real fue bonita, ver tantas columnas y espirales de colores, principalmente de oro que cubren un gran espacio, quizá unas ocho manzanas, entre jardines, donde se erigen templos, salones de recepción y oficinas, todas con arquitectura Tailandesa con techos de dos aguas, con terminación arriscada y volada de las esquinas, con una teja plana, generalmente de cerámica de colores, que incluye el dorado en forma fuerte, junto al azul, rojo y blanco de las tonalidades de su bandera. Disfruté en forma especial el buda de jade del templo del palacio, uno de los atractivos principales. El lugar tiene varios museos, pero decidí no entrar a ninguno, para ver los exteriores con calma.
Masaje en el templo. Caminé por cada rincón casi toda la tarde, tomando fotos y pidiendo a turistas que hacían lo mismo, me tomaran una ocasionalmente. Luego, antes de que cayera la tarde me fui a visitar el templo Wat Pho para recorrer construcciones similares a las del palacio y a darme el internacionalmente conocido masaje de este lugar, el cual se disfruta mucho después de caminar tanto, que, si se pudiera, creo que todos los palacios, museos y templos deberían tener este servicio según sus propias tradiciones. En este conjunto está el buda dorado, creo, más grande del mundo, una gigantesca figura reclinada que ocupa casi todo el espacio de este templo. Al terminar ya había caído la tarde y empezaba a anochecer, así que me fui a la orilla del río a tomar un barco de transporte público para regresar al hotel. Esperé un rato, y ya arriba de él admiré el despertar de las luces de las construcciones a lo largo y ancho del caudaloso Río, el Chao Phraya. A lo largo de sus dos veras, hay muchos templos con esas espigadas torres con remates de espirales, típicas de la arquitectura tailandesa.
Paraíso para compras. Al tercer día, de mi tiempo de asueto, me fui de compras y a mirar sus mercados y tianguis callejeros. Compré comida de la calle, cuando estimé que estaba limpia, como los alambres de mariscos, entre ellos los de calamar, tomé agua de coco, que es común, hasta en los restaurantes. Compré varias, si no es que muchas cosas, ya que Bangkok es un paraíso para las compras. Sus artesanías, la ropa y los detalles de todo tipo se fabrican en este país, a un costo que es al menos 50% más bajo que en México. Me volví a dar otro masaje, ya que aquí por todos lados hay negocios que los ofrecen, que van desde el de los pies, hasta los que incluyen todo el cuerpo. Los lugares tienen hileras de camas, una casi tras otra, donde la técnica es la acupresión, usando, el o la masajista manos, codos, rodillas, pies y hasta su barba para presionar las partes del cuerpo. A ratos es doloroso, aunque no demasiado, se termina disfrutando, cuando eliminan el ácido láctico del cuerpo.
Reunión UNESCO MIL. Ya el jueves, inició la reunión, también de tres días de UNESCO. La primera junta fue a las 7:45 de la mañana, con los cuatro facilitadores o más bien autores de los documentos que servirían de base para las discusiones de “Indicadores del desarrollo de habilidades informativas en uso de medios masivos”, en inglés más abreviadamente “Media in Information Literacy Indicators”, donde participaban 35 personas de unos 25 países, incluyendo la plantilla de la propia UNESCO. En lo personal tuve que escribir un artículo de unas 15 cuartillas sobre la convergencia conceptual del desarrollo de habilidades informativas y las de uso de medios masivos, y tuve que preparar con otros tres autores, de India, y EUA, un documento general sobre el tema de la reunión, lo cual fue un verdadero reto, porque cada uno tenía sus propios puntos de vista por los diferentes antecedentes disciplinares, aún entre nuestros propios campos. Dos eran del campo de medios masivos, una periodista y una educadora y por la parte informativa otra educadora y el que suscribe. Todos los participantes eran expertos, la mitad de cada disciplina, y con diferentes experiencias, algunos eran funcionarios, otros educadores, otros de organismos no gubernamentales e investigadores. Los debates fueron buenos, algunos bastante acalorados por la diferencia de opiniones, pero al final se lograron los consensos adecuados para identificar las competencias o habilidades de los ciudadanos para el acceso, evaluación, uso de información y medios masivos, para la creación de nuevo conocimiento.
Espectáculo cultural tailandés. La reunión terminó el sábado después de mediodía, ya todos cansados, pero satisfechos por lograr acuerdos. El viernes, la oficina regional de UNESCO para Asia, ubicada en Bangkok, nos organizó una ida a ver un espectáculo cultural tailandés, ubicado fuera del centro de la ciudad. Terminamos la reunión a las cinco de la tarde y a las cinco y media nos llevaron en vagonetas al show Siam Niramit, donde llegamos y primero cenamos, una comida tipo buffet tailandesa, un poco estándar, ya que la del hotel estaba mejor, pero estaba buena. Luego, nos invitaron a recorrer un museo al aire libre con construcciones campesinas de las distintas regiones, que estaban en una especie de villa, con lago, y veredas, donde había personas vestidas típicamente, como si vivieran en el lugar, tejiendo, tocando música, rezando, etc. Posteriormente, llegamos a un teatro muy grande que lleva el mismo nombre, y que tiene el proscenio más alto del mundo, según Guinness. El espectáculo fue excelente, mostrando danzas, cantos y escenas de todas las regiones de Tailandia y el antiguo imperio Siam, como se llamaba antes. Lo más impresionante fue la escenografía que hizo gala de tecnología vanguardista, amén de los telones decorados fuertemente con colores y detalles, como la arquitectura ya señalada de esta monarquía. Entre las escenografías destacadas estaban el tener un río, donde un actor nada, y se trasladan canoas; también un arrozal que luce primero verde al inicio de la primavera y luego madura al final de la misma con los tonos ocre y amarillos. Así como la muestra de barcos, castillos y hasta animales como cabras y pesados elefantes. La dinámica del show incluía el paso de actores, en varios de los cuadros, por los pasillos del enorme teatro. Presenciar esta demostración de la rica cultura tailandesa fue sentir el sabor visual, y auditivo de este milenario reino budista, uno de los pocos que no fue invadido por las potencias occidentales europeas o asiáticas. Tailandia no fue invadida durante la segunda guerra mundial, aunque para ello tuvo que pagar con territorio al ceder parte de Malasia, Laos y Camboya a Francia, Inglaterra y creo que a Estados Unidos. Su ininterrumpida historia se refleja en sus ricas y abundantes tradiciones religiosas, artísticas y culinarias. Estas últimas hacen de su comida, una de las mejores de Asia, que combina la china, la occidental con la propia, pero casi siempre aderezadas con el picante y el contraste de sabores dulce, salado, amargo y dulce.
En lancha por el río. El sábado, al terminar la reunión como a las 14:00 horas, después de una elegante comida en uno de los restaurantes del hotel, nos dispersamos, unos salieron directo al aeropuerto, otros se quedaban hasta el domingo y algunos saldríamos al día siguiente. Por mi parte, subí rápidamente a mi cuarto del piso nueve, a cambiarme e ir a hacer media hora de cardio, luego me fui a tomar el Skytrain para ir a la rivera del río, donde renté un bote, para recorrer la parte central y tomar fotos. Mi reto era el reloj, ya estaba a punto de oscurecer, así que le pedí al marinero que fuéramos rumbo al Gran Palacio. Me sentí un marajá hindú, sentado cerca de la proa, mientras recorríamos a toda velocidad la margen del río, tomando fotos de lugares que me parecían interesantes. Le dije al conductor que le bajara a la velocidad, para tomar mejor las imágenes, pero nunca me entendió, ya que no hablaba inglés. Sólo pude usar la cámara de ida, ya al regreso, la penumbra de la noche lo impedía. Terminé el recorrido, satisfecho por haber visto los rascacielos y templos que se levantan a la orilla del caudal de agua. En la estación, donde además estaba la del metro, me compré tres alambres de calamar con salsa de chile, más adelante un panecillo, para continuar con una caminata por la Silom, una zona comercial donde compré algunas cosas, para luego detenerme y darme el último masaje, son excelentes y baratos. Posteriormente, me fui al hotel Asia a comprar unas pinturas, adquirí unas seis, tres chicas y tres pequeñitas, con ciertas dudas de que fueran copias de copias, pero se miraban bonitas, así que las compré. Luego tomé taxi, para ir a otra zona junto al hotel, a comprar una maletilla, ya que todo lo que había mercado no cabía en mi maleta regular.
Final de la visita a Bangkok. Concluí ya a las 22:30, llegué al hotel y me puse a empacar, pedí cena al cuarto y me acosté a la media noche, durmiendo muy poco, me levanté a las tres y media, para bañarme, estar en el vestíbulo a las 4:30 para tomar el taxi y volar a las 7:15 de Bangkok a Tokio. Nos subieron puntualmente al avión, pero salimos una hora tarde porque tuvieron que arreglar un problema en una válvula del combustible en una de las alas. Hice la conexión Tokio-Houston con mucha limitación de tiempo, y lo logré porque afortunadamente a los que íbamos en dicho vuelo, nos llevó una sobrecargo por el control de seguridad de los pilotos, que no tiene colas. Regreso con cansancio por el viaje, pero contento de haber estado una vez más en Asia, concretamente en Tokio y Bangkok, donde fui un paisano más, siempre y cuando no hablara, para que no distinguieran de dónde era. No puedo negar mis genes asiáticos en esta región del mundo, que progresa con rapidez, con una población disciplinada para el trabajo, y con una motivación excelente, positiva, cuando se trata de espíritu de servicio: sonríen, respetan y hacen lo mejor posible por dar sus servicios.