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Acaba de amanecer hace una hora, pero el día está oscuro, porque el cielo está nublado. Ha empezado a caer nieve ligeramente, ya pinta las pistas del aeropuerto y las alas de los aviones. Estoy sentado en un lugar, cuya ubicación pocos pueden imaginar. Busqué un contacto eléctrico en toda la sala G06 y no había uno sólo, pero encontré que en el baño hay uno, además de una repisa metálica para poner maletas, donde me he sentado a escribir este reporte, afortunadamente hay poco movimiento en el baño y los pocos que vienen sólo usan los mingitorios. Me levanté a lo que serían las 11 de la noche de México, aquí las seis de la mañana, para tomar un trolebús rumbo a la estación central del tren de La Haya, para luego hacer el recorrido en tren a Schiphol (Ámsterdam), distante a una media hora en un tren rápido, el cual sólo hizo una parada en Leiden. El vuelo es a las 10 de la mañana, una hora bastante civilizada porque no tuve que madrugar mucho, y dormí el mínimo de seis horas. Esta visita a la capital holandesa fue rápida, llegué este domingo y me estoy regresando hoy jueves, así que estuve sólo tres días y medio. Eso significó que no tuve tiempo para disfrutar de mucho tiempo libre.
Llegando a La Haya. Arribé al hotel, a medio día después de tomar el tren de Schiphol a La Haya, que mientras me reponía del desvelo, admiré la nieve que había por todo el camino, en los campos, los canales y las casas. Un día antes había caído una buena nevada, que hasta paralizó el aeropuerto. Lo primero que hice al llegar al hotel, después de desempacar y revisar rápidamente mensajes urgentes de correo-e, y mandar unos Twitts, fue acostarme por tres horas, pero terminé durmiendo cuatro, me levanté tomé un baño, para entonces ya eran las seis de la tarde, cuando me salí a caminar para cansar físicamente al cuerpo y estirar los músculos. Caminé por las calles comerciales de la ciudad, que están junto al hotel, a una cuadra de la catedral y el bullicio nocturno. Disfruté las iluminaciones y decoraciones de navidad, que son profusas y hechas con colorida creatividad, e igualmente hice “Window shopping”, es decir, me dediqué a ver los escaparates de las tiendas. La Haya tiene muy buenas tiendas de ropa y de todo tipo de artículos, los hay desde los casuales, hasta los de alta formalidad, ya que la gente viste de traje para ir al trabajo en las oficinas de gobierno. Caminé con un poco de llovizna ligera, así que aunque me estaba humedeciendo, recreé la pupila mirando la arquitectura del palacio de la monarquía holandesa, deleitándome de su reflejo en el lago y de los patos, que a pesar de lo congelado de la superficie del agua, permanecían dormidos en ella. Pensé: “Creo que sería mejor que se salieran a la orilla y dormir sin tener que estar en esa agua congelada”, sin embargo me imagino que su plumaje les permite continuar en su medio acuático, sin importar las bajas temperaturas.
Reuniones. El lunes tuve libre la mañana, pero trabajé en el cuarto del hotel, con pendientes de la oficina, principalmente trabajando en dos reportes de mi actividad académica. Luego me salí una hora a hacer unas compras rápidas, para irme a las oficinas de IFLA, donde tuve las dos primeras reuniones relacionadas con el Comité Ejecutivo y otra secundaria de ese lunes en la tarde. Al terminar me fui a cenar con varios colegas consejeros, la cual fue en un restaurante francés, donde comí crema de tomate, pescado, y un postre de chocolate. Ya de vuelta en la habitación me puse a terminar el último reporte académico, terminé a media noche e igualmente limpié mi buzón-e contestando toda mi correspondencia y le di su visitada a Facebook para enterarme de lo que hacían mis cuates y conocidos ese día.
Cena en la catedral. El martes, tuve reuniones hasta después de mediodía, de las 14:00 hasta las 17:00 horas, luego asistí a la cena que nos organiza IFLA a todos los consejeros. Esta vez la cena fue en un restaurante que está en el edificio de la catedral, un imponente edificio de arquitectura gótica holandesa, si así le puedo llamar a las construcciones de grandes y espigadas espirales con toques góticos. Entrar al restaurante parece entrar a una nave de la iglesia, pero ya dentro, la decoración no tiene nada de religiosa. La cena, en mi caso, por no comer carne roja, fue de salmón con un panqué de papa asada, precedida de una copa de calamar con verduras, más un postre servido en plato largo, con tres montañitas separadas de rico mousse de chocolate, uno sabor naranja, otro canela y un tercero más de nuez moscada, que saboreé con un té de yerbabuena, con un rollo de canela, y unos anises estrella, algo parecido al té que toman los marroquíes.
Cena antes de empacar. El viaje ha sido bueno, asistí a cinco reuniones de diferente duración, desde casi media tarde o mañana, hasta la del día completísimo de la Junta de Gobierno que fue de 8:30 a 17:45, más otra de una hora del Comité ejecutivo ese mismo día, seguida de una cena informal con los colegas que no tenían compromiso o no se habían ido antes. Fuimos a un restaurante indonesio, donde pedimos una crepa holandesa, que es un surtido como de tapas, donde le sirven a uno como con doce pequeños platos cuadrados con todo tipo de guisos sobre una parrilla calentada con veladoras. Después de la cena, regresamos al hotel, me compré otra tarjeta de acceso a Internet revisé y contesté los mensajes en mi buzón-e, mandé un par de Twitts y me puse a empacar la maleta, y preparar las cosas para partir al aeropuerto en las tiernas horas del jueves. Así terminaba mi viaje más rápido a La Haya, una ciudad pequeña, pero cautivadora por su arquitectura y sus variadas tiendas especializadas vestidas de colores por la temporada navideña. Me regreso con el pecado de no haber hecho al menos una parada en Ámsterdam, pero ya será en la primavera del año siguiente cuando la visite.