Aruba: Mar turquesa

febrero 25th, 2011 by Jesus Lau

 

Fotos disponibles en Flickr

Como parte del viaje a Curazao para dar una conferencia, facilitar un taller y participar en un panel, hice una parada en Aruba, una isla cercana, de donde partía el avión a Bogotá, y de ahí a Buenos Aires, Argentina, donde participaría en una reunión latinoamericana que organizaba CLARA con financiamiento del BID.

Llegué en un vuelo tempranero de Curazao, que tomé a las siete de la mañana y volé escasos 30 minutos para llegar a esta otra isla, que fueron fundadas originalmente por los holandeses, aunque ahora se administran independientemente.  Llegué desvelado, ya que me acosté tarde y me tuve que levantar a las cinco de la mañana, así que lo que hice fue buscar un hotel barato, pico de estrella, para descansar y dejar las maletas durante mi espera de casi 12 horas para tomar la siguiente conexión a Bogotá al atardecer.  El aeropuerto está casi cerca del centro, quizá tres kilómetros, así que tomé taxi y le pedí que me recomendara un lugar.  Me llevó al hotel Victoria, un lugar modesto, pero limpio, en el centro de esta pequeño país de unos 120,000 habitantes que vive principalmente del turismo.

Desayuné algo rápido, y me acosté a recuperarme del desvelo por dos horas, luego me puse el traje de baño y me fui a la playa con tres metas: caminar por el centro, nadar en la playa y recorrer la isla en algún tour.  Llegué al malecón después de cruzar la zona centro y pedí información en el primer lugar que decía tours frente al mar.  Los paseos tenían, lamentablemente horarios fijos, que no se ajustaban a mis planes, además duraban mucho, así que entré en negociaciones con la persona, para que me diera un recorrido en moto.  Acordé el pago de 30 dólares y un paseo por los lugares principales de la isa por hora y media, pero no podía hacerlo inmediatamente, así que le comenté que me metería al mar a nadar mientras él se desocupaba en una hora.  Me ofreció llevarme a club de playa, muy elegante, donde me cobraron seis dólares por camastro, toalla y paraguas.  Nada mal considerando que todo era de lujo, el camastro cubierto cuidadosamente con una sábana blanca y con servicio de regaderas, bar y restaurante.

La vista de la playa era fabulosa: yates anclados en un remanso de agua color turquesa, con un fondo de arenas blancas y varios turistas europeos con poca ropa nadando.  Me metí a dar un chapuzón y nadé por media hora a pleno sol, disfrutando las increíbles vistas de las palmeras, los barcos y la propia vista del club.  Ya cuando calculé que era media hora, me salí y me metí a la alberca para desde ahí pedir un jugo de naranja recién hecho con mucho hielo.  Disfruté al bebida y luego me fui a bañar a la regadera y ponerme ropa más larga y esperar al motorciclista.  Justo cuando había terminado de vestirme llegó el chofer.  Me monté en la moto, con mi mochila y a correr por las angostas carreteras de Aruba.   Inicié el recorrido, primer enseñándome a poner el casco, si debía ser un poco apretado y suelto, luego montar la moto, que era grande y requería abrir y subir bastante las piernas para subirse.  La mochila y la guardamos abajo del asiento inicialmente, luego salimos por las angostas calles, algunas de uno sólo carril, lo que provoca congestionamientos vehiculares.  Luego que entramos a la carretera costera, el motorciclista le subió a la velocidad y me empecé a dar cuenta que una me costaba ir agarrado de los arcos traseros, luego no miraba bien con el fuerte aire que golpeaba la cara, amén del temor de salir tirado en un derrapamiento.  Le pedí que le bajara a la velocidad, para poder apreciar la belleza, con lo cual podía mirar y recrear la vista para casi todos los puntos cardinales.

Los trayectos recorridos incluyeron  las distintas zonas hoteleras, algunas con vistas muy bonitas del mar, luego fuimos a la punta de la isla a ver el faro y posteriormente a una conformación de rocas, estas últimas nada espectaculares, pero quizá si lo eran para los moradores locales, que tiene un territorio plano, creo que miré sólo un cerro y algunos montículos.

Las vistas eran de una isla verde, aunque de clima seco bordeada por el mar Caribe, muy cercana a Venezuela, que vive principalmente del turismo norteamericano, europeo y venezolano.  Uno de sus servicios más atractivos, para quienes gustan de esto, son sus múltiples casinos y la vida nocturna.  Su centro comercial es chico, de aspecto pueblerino, que contrasta con la modernidad y lujo de las zonas hoteleras y casas de verano de muchos extranjeros.

El chofer era intrépido, creo que como la mayoría de los que usan estos minúsculos vehículos.  Charlamos en el trayecto de sus negocios, sobre la isla, y el turismo.  En los embotellamientos se metía entre los carros para rebasarlos y su filosofía era que había comprado moto para no quedar esperando en embotellamientos, así que a ratos se subía por la banqueta y rebasaba a todo los carros lentos.   Después de un rato, ya me acostumbré a sus aceleres y frenadas, así que tomé confianza y saqué la cámara, para tomar fotos en movimiento, ya cuando hice eso, me dije así mismo, creo que ya me siento cómodo en este paseo en moto.  Gracias a este tipo de vehículo, pude recorrer la isla en una hora y media, cuando si lo hubiera hecho en autobús hubiera tardado mínimo el doble.

Concluyo, señalando que fue Un privilegio fue nadar en las aguas turquesas, producto de la arena blanca y el azul del mar Caribe, en Aruba