Fotos disponibles en Flickr
Eva Perón, la ex -presidenta argentina y viuda del también ex – presidente Juan Domingo Perón, cuya vida fue llevada al cine hasta por Madona, y a Broadway en un musical, fue mi vecina por cuatro noches. La tuve frente a mi habitación del piso séptimo, cuya vista, sin obstrucción tenía la tumba enfrente, aunque era la espalda de su mausoleo de cubierta de mármol negro. Sus restos están en el Cementerio Recoleta, el más famoso y elegante de Buenos Aires, donde un metro cuadrado, si hay quien lo venda, cuesta unos veinte mil dólares. Dicho camposanto está en una elegante zona del mismo nombre, Recoleta, de Buenos Aires. Al frente del mismo hay una bonita y amplia plaza, que los fines de semana tiene gran vida, porque se instala un mercado de artesanía, y arte y con gran actividad de espectáculos: música, bailarines de tango y un poco de venta de alimentos.
Mi vecina. Ser vecino de Eva Perón, me hizo evocar mi infancia, cuando viví por cuatro años (entre los cuatro y ocho años de edad) junto al panteón municipal de Los Mochis, en esa época el único y nuestra casa era la única en un radio de un kilómetro. Era una edad en que no comprendía mucho la muerte o el dolor de la pérdida de un ser querido, por lo tanto para mí los entierros fueron espectáculos humanos, donde miraba llegar las carrozas, si tenían dinero, o camiones, o inclusive camionetas cargando el ataúd, siempre seguidos por otros carros y hasta con gente desfilando en romería, dependiendo de lo conocido del difunto. La gente antes de entrar al camposanto se agrupaba o formaba en cortejo, donde los dolientes principales se ponían al frente, muchos elegantes, dependiendo del estatus social, otros con ropas campesinas. Bajaban la caja con el deudo del vehículo y luego la cargaban, algunas negras, otras plateadas y algunas de madera desnuda a lo largo del trecho donde les hubiera tocado su lote. Cuando eran difuntos con familia de dinero traían muchas flores y coronas de flores de de papel. Esta parte para mí era la más bonita, ver tanto color y formas de flores que no conocía, y luego, a veces, hasta había música, la más notable era con banda sinaloense, pero también contrataban grupos de música norteña, que tocaban las canciones preferidas del que había partido. Cada canción hacía derramar torrentes de lágrimas y pareciese que la música hacia el dolor más agudo, que desbordaba a los acompañantes en sollozos y algunos con llanto abierto. Como niño, cada vez que escuchaba el ruido del inicio de un sepelio, corría a ver y escuchar lo que sucedía. Los sepelios menos fastuosos eran los de los niños, los llamados angelitos, que tenían menos flores, sin música y menos gente. Ya sabía que si la caja era azul, el fallecido había sido un chico, y si era rosa, era una nena. Creo que no usaban otros colores, de lo contrario hubiera sido difícil adivinar el sexo del que había partido.
Días de muerto. En los días de muerto, noviembre 1 y 2, el campo donde vivíamos junto al panteón se transformaba desde días antes, llegaban los familiares de los difuntos a limpiar, pintar y arreglar las tumbas, la mayoría eran montículos de tierra, algunos según sus posibilidades económicas les ponían una losa de cemento, el nivel siguiente era una cripta o algunos cuantos un mausoleo, como los del cementerio de Eva Perón. Algunas veces, hasta que me descubrió mi madre, reubicaba coronas entre las tumbas. Aquellos que tenían muchas, les quitaba algunas y les ponía a los que no tenían, ya que había tumbas que parecían olvidadas por todos, al menos por su familia. Entre los beneficiados estaban las tumbas de mis familiares, mi hermanita que murió al momento de nacer, un año antes que yo, o a tíos, y familiares que nunca había conocido, pero que sabía que mis dos abuelas tenían. Un buen día, mi madre me descubrió, creo que yo mismo le platiqué lo que hacía y me dio una regañada, por lo que tuve que parar esta distribución equitativa de las coronas de flores en el panteón de Mochis.
Arribo a la capital argentina. Llegué a Buenos Aires un sábado al amanecer, justo cuando los primeros rayos del sol bañaban sus rascacielos. Arribé al hotel, pero tuve que esperar más de dos horas para que me dieran habitación, mientras tanto me salí a desayunar a los múltiples restaurantes y café que hay en la plaza de la Recoleta. Luego me eché una larga siesta para reponer las horas faltantes de sueño y me salí a caminar por los alrededores. Ya el domingo, después de trabajar un rato, tomé un tour por los principales puntos turísticos y tome bastantes fotografías, luego me vine a recorrer el mercado abierto de la Recoleta, el cementerio que es una grata experiencia porque cada mausoleo es una obra arquitectónica, con mucha escultura y grabados de piedra y metales.
Reunión CLARA . Lunes y martes, ya fue de trabajar tiempo completo, participando en la Reunión de la Red Federada Latinoamericana de Repositorios Institucionales de Publicaciones Científicas, que organiza la Red CLARA con financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo. Mi presencia fue a nombre de la Organización Universitaria Interamericana, más concretamente del Colegio de las Américas de dicha entidad. El lunes en la noche, los anfitriones argentinos nos invitaron una cena con espectáculo de tango, que incluía una clase de una hora de este ritmo, el cual no me lo perdí. El instructor fue bastante bueno, con mucha didáctica nos hizo a todos los participantes, como la mitad del grupo, a que sacáramos nuestras dotes dancísticas.
Conclusión. La visita a Buenos Aires fue placentera, el clima estaba perfecto: templado, seco y con sol, era un perfecto verano austral del mes de febrero. El hotel de los años 70s del siglo pasado, era excelente, Tuve la suerte de que me dieran una ejecutiva, grande, con ventanales que permitían admirar los rascacielos habitacionales y de lado la imponente facultad de derecho de la Universidad de Buenos Aires, la cual tiene el estilo arquitectónico de un templo griego, más el Río de la Plata con sus aguas que cubren una amplia extensión, pareciendo más un brazo de mar. La visita fue para rememorar mi infancia, así como la visita anterior a esta capital latinoamericana, donde si pude estar un buen tiempo, casi tres semanas. La reunión CLARA-BID fue productiva y de muchas lecciones conceptuales.