Las notas sonoras de la ópera Carmen de Bizet, seguidos por los acordes de Granada de Lara, magistralmente tocadas por un cuarteto de cuerdas, sirvieron de entrada a la inauguración del Congreso INFO 2014, con la presencia de un nutrido presídium gubernamental. Acto seguido fue la ceremonia de reconocimientos para tres personas, un holandés que fue director de la Oficina Regional de UNESCO para América Latina, un nacional cubano, y al que suscribe. El momento fue motivo de reflexiones, mi mayor conclusión mental fue interpretar esto como el cierre del círculo que había iniciado en mayo de 1981, en unas Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía realizadas en la Ciudad de México. En esos años de lozanía, de juventud y de amanecer profesional, con apenas cuatro años de egresado de la maestría, presenté una ponencia, y en la audiencia se encontraba la bibliotecóloga cubana más conocida de los últimos tiempos: Marta Terry, que en esa época era la directora de la biblioteca de Casa de las Américas. Al terminar la ponencia Marta me felicitó y me invitó a que visitara La Habana. Meses más tarde, a finales de noviembre, viajé a esa isla caribeña, para atender, lo que sería, mi primer invitación a dar una conferencia en el extranjero, aunque ya había dado un par en Inglaterra como estudiante, esas no contaban porque las había hecho bajo gestiones propias.
La República cubana vivía la época soviética, donde muchas cosas funcionaban con influencia rusa. Me recibieron en un flamante auto negro, nuevo y con chofer, el cual tuve a mi servicio toda la semana que duró la visita. Mi experiencia fue magnífica, pisaba un territorio con esquema socio-económico distinto al de México y al resto de la América Latina. Los libros abundaban, pude traerme un buen número de títulos, muchos editados por la propia Casa de las Américas, entre ellos los famosos premios literarios de dicho sello. Igualmente, los grandes discos de acetato con música local y del resto del continente eran casi regalados, aún conservo uno de Nacha Guevera “No llores por mi Argentina” y otro de Silvio Rodríguez. En esa ocasión visité Matanzas y Varadero. Eran épocas de convulsión política, el gran éxodo de Mariel tenía lugar por esas fechas, un proceso que abrió los litorales cubanos para que miles de personas, creo que más de 100,000, se fueran a los Estados Unidos, por lo tanto las avenidas principales de Cuba las cubrían manifestaciones de repudio hacia los que se iban. Recuerdo la de Matanzas, en donde, en su plaza principal, convergía una gruesa manifestación que observé desde las puertas de la Biblioteca Pública de dicha ciudad.
Los recuerdos anteriores pasaron por mi mente con mayor detalle mientras esperaba que mencionaran mi nombre, el cual fue seguido por una bondadosa reseña biográfica del Dr. Roberto Zayas, médico pediatra y uno de los especialistas nacionales en materia de habilidades informacionales. Sus palabras fueron largas y significativas mientras seguía aguardando, junto a Mirta Quesada, funcionaria de IDICT y la artífice de este memorable reconocimiento. La introducción estuvo acompañada de una proyección fotográfica, con imágenes mías de visitas a varios países. Al concluir, me llamaron al podium para entregarme el reconocimiento. El público aplaudió nutridamente, y se puso de pie por unos minutos. Me sentí honrado y anonadado, flotando en ese alto auditorio del Palacio de las Convenciones de La Habana. Este reconocimiento de ultramar, junto a otros que he recibido, me ha llegado, sin estar seguro de que lo merezca, pero esa duda queda oculta en mi mente, porque independientemente de eso, lo y los he disfrutado, éste no fue la excepción. Ha ratos y colateralmente, me cuestionaba como lo qué he hecho, lo qué no he podido hacer y lo que podría hacer en mi profesión en los años que siguen, y que ya son menos, la primavera y el verano se han acabado, ahora sigue el otoño y quizá ya los esbozos de la siguiente estación profesional. Una vez en el estrado, después de recibir el reconocimiento, dirigí unas palabras de agradecimiento a los organizadores, en especial a Daniel López Aldama, director general del IDICT, y al público en general, para señalar la gran importancia que tenía ese momento, y ese acto, que mis colegas de cubanos me daban por mi trayectoria profesional, con el cual cerraba un círculo virtuoso dentro del cual, después de esa lejana ponencia en La Habana, me ha llevado a más de 60 países por cuestiones profesionales del campo de la información. Enfaticé la admiración que siento por este país, por sus bibliotecarios y por los especialistas de la información, que tienen la determinación de ser diferentes en el mundo occidental, con una perseverancia que los ha llevado a realizar sacrificios para mantener su postura política y socio-económica. Una actitud admirable. Igualmente agradecí internamente a mi familia, a todos aquellos que han contribuido en mis distintos equipos de trabajo, y oralmente a mi buen colega, presentador del reconocimiento, por su deferencia, así sellaba y guardaba el homenaje en este ya largo haber de momentos emotivos de la vida que me ha tocado vivir.