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Por la ventana se mira un dorado amanecer, los rayos tiñen de rojo y amarillo la gran alfombra de nubes, que contrasta con el azul parduzco del cenit, que el astro rey cambia conforme se eleva en el horizonte. Son las cinco de la mañana, según el horario de salida, pero aquí ya son las siete en el Océano Atlántico Sur, estamos volando quizá por el Nordeste brasileño, las nubes no dejan ver por donde volamos, si es tierra o mar, faltan cuatro horas para llegar a Río de Janeiro. El romper del alba lo admiro, porque por más que me muevo y me acomodo en mi asiento, no le encuentro forma de cama. Dormí unas horas, entre despertadas de los pasajeros que transitan por el pasillo y la incomodidad de ir sentado mientras duermo. Me estuve levantando para ir a tomar agua y al baño, con el objetivo principal de mover el cuerpo un poco, para que circule la sangre y se acomode el esqueleto óseo, amén de los músculos. Ya son 24 horas desde que me levanté de mi cama en Veracruz, para prepararme e ir a tomar el primer vuelo, que inició a las ocho de la mañana de ayer. » More: Brasil, Río de Janeiro – Belleza Natural