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Llegué a Tokio a las tres de la tarde, la una de la mañana en México. El vuelo fue bueno, no hubo turbulencias. Llovía en la ciudad, había un tifón que aparentemente cubría todo el territorio japonés. Pasé inmigración, luego aduana, donde al revisarme el pasaporte, decidieron hacerme una revisión del equipaje, para ver si no traía doble fondo la maleta, algo que se está volviendo frecuente desde que México entró en esta turbulencia de inseguridad por las drogas. Este verano que viajé a Finlandia, un país donde casi no revisan, me pidieron que abriera las maletas. Fui a información para ver como llegaba a Tokio desde Narita, donde está el aeropuerto, me recomendaron el tren, así que bajé un piso y compré los boletos en clase económica de un expreso que tomaba solamente una hora. Lo abordé, y me impresionó la modernidad del tren. Busqué letreros normales, pero todo lo tenía con pantallas de plasma, el del vagón y los asientos, dentro del mismo las pantallas eran planas, trasmitiendo información útil para el viajero, el clima, y algunas noticias, tanto en inglés como en japonés.