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Desde esta sala medio oscura del aeropuerto de Medellín, les reporto mis experiencias. Me levanté en las tiernas horas de esta mañana, a las tres y media de la madrugada. Me dejé caer de la cama todavía dormido para ir al baño y darme un regaderazo y poder despertar. El déficit de horas de descanso, generalmente me atonta, así que un poco de agua fría hizo que la sangre irrigara mi cerebro y le dijera que era hora de empezar a trabajar. El taxi llegó puntualmente a las 4.30 AM, así que inmediatamente subí mi maleta, un poco pesada de tanto libro que me regalaron y cruzamos la ciudad, la cual aún dormía. Las luces comulgando con la noche dibujaban bien el trazo urbano de esta, la segunda ciudad más grande de Colombia.