Venir por segunda vez a esta capital, de la Europa Oriental, fue una grata experiencia. Tallin, Estonia, es una gran ciudad a pesar de lo pequeña, con unos cuatrocientos trece mil habitantes. Estuve una semana completa y toda estuvo bañada de sol, por lo cual realmente me sentí afortunado, no tuve días de lluvia o días grises de invierno. Los recuerdos de la visita del año pasado, en agosto, cuando también brillaba el sol, me permitieron sentirme familiarizado con algunos aspectos de la ciudad, especialmente con la parte histórica, que reúne uno de los antiguos cascos amurallados mejor conservados en el Norte del continente europeo y es de hecho una ciudad afortunada al no sufrir tanto daño por los bombardeos de la II Guerra Mundial. Su historia está plagada de invasiones por sus poderosos vecinos: Los suecos y los alemanes en la edad media, y recientemente los nazis y los rusos antes, y durante la era soviética. Su pasado, como parte de la Unión Soviética, se mira palpablemente en la arquitectura de sus barrios, fuera del centro histórico, dónde se erigen los edificios de departamentos rectangulares o cuadrados de fachadas e interiores austeros y utilitarios, sin mayor creatividad arquitectónica, que resolvieron retos habitacionales en forma masiva, pero sin el desarrollo estético de las ciudades de occidente. » More: Estonia, Tallin – Preludio de primavera