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Querido Tío,

He recorrido 200 kilómetros el día de hoy, viajé de Veracruz a Xalapa, y el tiempo que hice en el trayecto, lo dediqué a recapitular las vivencias que tengo de usted. Las imágenes que llegaron a mi mente, las más grabadas que tengo, son de su juventud, cuando yo era todavía un niño, cuando usted era un hombre gallardo. Usted vivía en casa de la querida abuela Melquiades, allá en la Cuchilla, por la Corregidora, donde ella tenía ese gran terreno bordeado de árboles frutales. Usted, su habitante más notorio hacía de esa casa un lugar ordenado, limpio, como siempre le gustó tener sus espacios. Fue en ese sitio, donde me dio el regalo más importante que recibí de usted: un tocadiscos, un aparato que era escaso en las casas de los años 60´s, no los había como los hay ahora, ni siquiera los refrigeradores existían. Ese mueble portátil color blanco con verde, fue el primer objeto musical que tuve y que tuvo toda mi familia. Con él me regaló unos discos sencillos de acetato. Le di una reparada y compré mi primer disco. Vinieron cumpleaños y años nuevos que fueron amenizados por este tocadiscos. Tiempo después nos dio un televisor, en un arreglo que hizo con mi madre, ese aparato electrónico también fue el primero de su tipo que hubo en la historia de la familia, con el miramos la llegada del hombre a la luna, era el año de 1969.

Estos dos regalos fueron sólo un ejemplo de las cosas que nos obsequió, ya que usted se caracterizó por la bondad y la facilidad para regalar lo que tenía. Igualmente, fue una persona desinteresada en el dinero, cuando se le requirió, lo prestó, lo facilitó. Fueron varias las ocasiones en que mi madre recurrió a usted y pedirle un crédito para enviarnos la mensualidad de nuestros estudios. Su corazón fue magnánimo con toda la familia, pero muy especialmente con mi abuela Melquiades a quien usted atendió en forma generosa, privilegiada, y la hizo el centro de sus atenciones cuando tenía esa portentosa juventud y el dinero lo ganaba sin mayor problema.

Su personalidad abierta, y segura fueron sus dos principales sellos característicos. Usted no titubeaba en decir lo que sentía, era llano en sus palabras y cualquiera sabía que terreno pisaba con usted. Lo admiré siempre por ese valor que tuvo de ser como usted quería ser, aún cuando la sociedad se opusiera o no lo comprendiera o no estuviera de acuerdo. Pocas personas pueden ser como quieren ser, usted lo logró, vivió como usted quería y deseaba ser. Usted fue un ser genuino, sin cortapisas, algo difícil para las primeras épocas que le tocaron vivir, las del siglo pasado, cuando Mochis era más provincial. Recuerdo su gran maestría para manejar las cartas y esa gran facilidad de palabra, con la cual aclaraba angustias, problemas y dudas de muchas personas, que llegaba buscando su apoyo moral.

En sus tiempos de juventud tuvo esa gallardía y garbo que lo distinguió de los hermanos. Usted tuvo la gran característica de que el trabajo no le asustó, siempre fue inquieto y listo para entrar en acción. Su voz fuerte y sonora, otra de sus distinciones, difería de los demás. Recuerdo su gusto por la música ranchera, por el mariachi especialmente y por esas canciones de Lola Beltrán, a quien tanto le gustó su estilo.

Después recuerdo como construyó su casa, en ese terreno que fue de la abuela, y antes de la bisabuela Paula, y que toda la familia estuvo de acuerdo que sería para usted. Se lo merecía había dedicado su vida a la abuela. Su casa fue siempre, hasta sus últimos días, un estuche cristal, que lucia limpio y reluciente. Luego llegaron sus hijos, con ellos los cambios en su vida, una etapa en que ya no convivimos tanto, las distancias de estados y ciudades se interponían. Pero por las veces que le visité, miré la dedicación absoluta a sus hijos, la mejor que un padre podía ofrecer, al menos desde mi óptica.

Tío, el caminó que usted recorrió fue largo, difícil para su época, pero, repito tuvo la determinación y la entereza para enfrentar su destino, para disfrutar la vida a como usted la deseaba, sobre todo el presente. Para usted el futuro era corto y no había que preocuparse, había que vivir el hoy y el ahora. Se que su partida el día de hoy, antes de romper el alba, marca el final de ese gran trayecto que tuvo en su vida. Usted deja el legado de cuatro hijos que han velado por su despedida: Dora, Iván, Telma y Aníbal. Ellos hoy le dicen adiós, le rinden el tributo de su partida, y se quedan con ese afecto que usted les dio en forma especial.

Por mi parte, estos doscientos kilómetros recorridos que dediqué a pensar lo que usted había sido, y que había dado a los demás, no fueron suficientes para rescatar tantos momentos y detalles con que colmó a los demás, como a mí, su sobrino mayor. Gracias por ser como fue. Se que llegó hoy a su destino, a ese punto final que marca la vida, donde le espera un arco iris, esa gama de colores que delinea el horizonte cuando llueve, cuando el cielo derrama sus lagrimas, hoy lo dedicamos esa paleta de colores, para honrar su manera de ser y todo lo que fue para todos nosotros, un ser valioso por su honestidad, y por su garbo.

Tío, le mando un abrazo de despedida, que descanse usted, y sepa que lo aprecié, que le tuve afecto paternal.

Igualmente, un abrazo para mis cuatro primos en este momento difícil de su despedida.

Su sobrino,

Jesús Lau
(Guadalupe)

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